Los cuicos

El 2 de octubre de 1968, el ejército uniformado actuó por una parte y el personal del EMP por otra. Entre los uniformados que invadieron la plaza se encontraba un regimiento de guardias presidenciales.

En México, hoy y desde hace años, existen de hecho dos ejércitos. Por un lado, el que depende directamente de la Secretaría de la Defensa. Los llamados troperos. Es el ejército ejército, digamos. Pero por otro lado está el Estado Mayor Presidencial, independiente de los mandos de la Secretaría.

El jefe del EMP se fue convirtiendo en el militar más cercano al poder civil. Por encima incluso del secretario de la Defensa. En un momento dado estaba integrado exclusivamente por oficiales y personal técnico. Poco a poco, sin embargo, y sobre todo desde el régimen de Manuel Ávila Camacho, se hipertrofió, como todo en todas partes, al seguir el llamado Principio de Parkinson y hoy cuenta con un número importante de efectivos y de armas propias.

Es, digamos, un cuerpo de élite, mejor preparado y armado que sus colegas del ejército regular. El EMP posee una autoridad especial sobre un cuerpo que pertenece formalmente al ejército de la Sedena, pero mantiene vínculos especiales con él: los guardias presidenciales. Hay una confusión, una ambigüedad ahí.

El caso es que, el 2 de octubre de aquel año, el ejército uniformado actuó por una parte y el personal del EMP por otra. Entre los uniformados que invadieron la plaza se encontraba un regimiento de guardias presidenciales, pero este se hallaba, en principio, bajo el mando del ejército regular, e iban uniformados. Los efectivos propios del EMP vestían de civil, y todo parece indicar que no sólo no estaban coordinados, sino que sus instrucciones y objetivo eran distintos y opuestos.

El mitin, que estaba convocado para las cinco de la tarde, empezó relativamente puntual. El ambiente se encontraba cargado y todo el mundo tenía prisa. Unos minutos después de las seis, luego de que los oradores ya habían anunciado que la marcha hacia el Poli se cancelaba, debido a que la presencia, en los alrededores de la plaza, de numerosos efectivos militares y policiacos, era amenazante, el ejército irrumpió. Provenían del hoy eje Central, del eje 2 Norte y de la calle de Flores Magón, formando un semicírculo.

Casi simultáneamente, dos bengalas verdes surcaron el cielo. Sería muy importante establecer si las bengalas fueron disparadas antes o después de la carga militar. ¿Se trataba de una señal dirigida a los uniformados, para indicarles el momento de intervenir, o bien dirigida a “otros”, avisándoles que el ejército llegaba? Es fundamental. En un caso u otro, la interpretación cambia.

También entonces un helicóptero sobrevoló la plaza. Hay quien habla de dos o hasta de tres. Los testimonios bailan. En los pocos documentos fílmicos que han sido hecho públicos sólo se ve uno. En todo caso, ello llevó a muchos de los asistentes a sostener que las bengalas habían sido arrojadas desde el o los colibríes mecánicos. Esto es claramente un error. Los helicópteros no pueden lanzar bengalas, pues poseen un rotor que se los impide. Y las bengalas se disparan siempre hacia arriba. Hacia abajo, sólo los gallegos.

Se habla igualmente de otro par de bengalas, esta vez rojas, disparadas poco después. Unas y otras, probablemente salieron de la parte trasera de la iglesia de Santiago Tlatelolco, con un significado que aún hoy como acabo de decir, se desconoce. Fueran galgos o lebreles, el ejército invade y el pánico cunde. Los llamados de los oradores a la calma son inútiles. Los asistentes corren en todas direcciones. También es entonces cuando el Batallón Olimpia detiene y encañona a los treinta o cuarenta estudiantes que se encontraban en la tribuna del tercer piso del edificio Chihuahua.

Al frente de la tropa se encuentra el general José Hernández Toledo, verdadero especialista en la represión a estudiantes, desde Morelia en 1965. El general, con un megáfono, conmina a los asistentes a retirarse. Va delante de las primeras filas de soldados, procedente del puente del Eje Central. A las primeras de cambio, Hernández Toledo recibe un balazo presumiblemente en la espalda, que lo hiere de gravedad. El tiro podía provenir del edificio 2 de Abril o del Molino del Rey, el edificio de lujo de la unidad, al otro lado del Eje.

En todo caso, hoy parece indiscutible que el ejército fue recibido a tiros, provenientes de los edificios Chihuahua, 2 de Abril y Molino del Rey, y del techo de la iglesia. Y estas son las preguntas clave, que no admiten ser toreadas: ¿Quién disparó? ¿Quiénes eran los francotiradores? ¿Quién abrió el fuego? ¿Con qué objetivo?

Todas las fotografías disponibles muestran a los soldados parapetados y disparando hacia arriba. Incluso los carros blindados abrieron fuego con sus cañones sobre el edificio Chihuahua y causaron incendios e inundaciones. Son innumerables los testimonios de la actitud, si no amable, sí pacífica, de los cuicos hacia quienes se encontraban en la plaza. A muchos, incluso los ayudaron a evacuar y auxiliaron a los caídos.

Esta conducta no fue unánime, existen excepciones. En las crónicas también están registrados comportamientos hostiles de algunos militares uniformados. Pero que por lo general se limitaron a golpes y agresiones verbales, aunque a esas alturas ya llevaban bayoneta calada. En particular se ha hecho célebre la fotografía de dos soldados que están cortando el pelo, con tijeras (¿de dónde las habrán sacado?, ¿formarán parte las tijeras del armamento reglamentario?), a un muchacho que lo llevaba largo. Uno de ellos debía pertenecer a la caballería motorizada, pues lleva gogles. Ambos sonríen. No está certificado que esa imagen corresponda al 2 de octubre. No lo parece.

La cuestión es, entonces, si se trató de confusión y mala coordinación o de si el ejército resultó víctima de una emboscada. De si fue madrugado. Durante muchos años los simplificadores y maniqueos apostaron por la primera hipótesis. Hoy en día, sin embargo, parece indiscutible la segunda. En su afán de corregir, de la manera menos visible y menos vergonzosa posible, esos simplificadores afirman en su mayoría que quien abrió el fuego fue el Batallón Olimpia, los guantes blancos. Pero esa versión también se cae, pues ya se ha establecido, con toda certeza, que el tristemente célebre Batallón también formaba parte del ejército regular.

Y estaban coordinados. Se trataba de la Operación Galeana, comandada por el general Crisóforo Mazón, que tenía por objetivo descabezar al movimiento, ante la inminencia de los Juegos Olímpicos, a base de detener a los líderes presentes. Todo se los echó a perder la provocación. Los provocadores sabían lo que querían. Y lo obtuvieron.

Terminemos con cuatro nuevas interrogantes, ¿Cómo sabían las autoridades que en Tlatelolco estaría presente una gran cantidad de líderes, que justificaran la operación? En principio se trataba de un mitin más, de las docenas que habían tenido lugar. En particular, varios ahí mismo, frente a la Voca 7. ¿Cuál fue el papel del EMP y a quién obedecía? Y las otras, ¿el 2 de octubre, con todos sus vericuetos y recovecos, fue ordenado por Díaz Ordaz? ¿Eran el secretario de Gobernación y el jefe del departamento del DF, colaboradores del presidente, o más bien sus adversarios?