El hexágono

Retomo la cuestión histórica y aún política —delicado equilibrio entre el pasado y el presente— de acercarnos a un esclarecimiento de lo sucedido aquel 2 de octubre.

Nos interrumpió durante dos semanas la gran llamarada. O mejor, la llamarada del gran petate. Era imposible no hablar de la incompetencia demagógica e irresponsable de nuestros gobernantes, de uno y otro signo (de hecho, todos son del mismo signo). El problema de la nueva gripe fue serio. A lo mejor sigue siendo. Ya lo dije. Pero la actitud y la conducta de las autoridades crearon otro problema, bastante más grave, que dejó en segundo plano al estrictamente viral y epidemiológico.

De momento nos olvidaremos de ambas cuestiones. Estamos hartos de tratar de digerir la macedonia de cifras inconsistentes, contradictorias y desordenadas que nos sirvieron. En las que incluso el número de muertos a menudo disminuía. Por lo visto, las secretarías de las distintas saludes debieron enfrentar una dificultad nueva y temible: la de los resucitados. Sólo eso les faltaba.

Estamos hartos de disposiciones kafkianas. De que desinfecten las es- cuelas antes de que lleguen los alumnos (por lo visto existía el peligro de que el virus llegara antes). De que nos desaconsejen llevar corbata (uno que siempre la lleva), porque es “un receptor de virus”. Los sacos han de haber obtenido un amparo. Hartos de tener que fajar a la novia a tres butacas de distancia. Ya chole.

Es el especialista gringo en contagios virales, el profesor Marc Siegel, quien proclama sin trastabillar: “Este es un fenómeno mediático. La epidemia durará lo que dure en los medios”. Vamos a adherirnos a la tesis del doctor Siegel y a contribuir a que la mortífera pandemia se termine. "Ai" muere.

La que no puede ser olvidada es la cuestión del movimiento estudiantil mexicano de 1968. Sus connotaciones y repercusiones. En particular lo acontecido un infausto atardecer en la mítica plaza de las Tres Culturas. No son lo mismo, el movimiento y la represión. He insistido en ello hasta la saciedad. Cada cosa en su lugar. Pero el 2 de octubre posee una significación en sí. Que no determina la del movimiento, pero se proyecta, incide en ella.

No es recomendable retomar un debate después de tres semanas. Los argumentos de una y otra parte se ha difuminado, y recapitular resultaría harto bizantino. Inicié la discusión con Luis González de Alba y quedó trunca. Lo que no quiere decir que no haya sido fértil. De hecho, aquellos que saben sostienen que el buen gourmand debe quedar siempre, al final del ágape, con tantita hambre. Así debe ser. No sólo por bienestar, sino, sobre todo, para propiciar en las mejores condiciones el siguiente. El diferendo con El Búho, Eduardo Valle, ni siguiera lo he abordado. Pero no es urgente. Me temo que El Búho, esta vez, se contesta solo. De todos modos, lo que sigue constituirá, aunque no se lo propusiera, parte de esas polémicas.

Establezcámoslo de entrada: la versión según la cual en Tlatelolco existieron únicamente dos grupos, el de los represores y el de los reprimidos, es falsa. Se trata de una simplificación grosera. Es una caricatura. Una mala caricatura. Tanto González de Alba como Valle se adhirieron durante años a esa caricatura tranquilizadora. Hoy la matizan, de mejor o peor talante.

A ver, este es el momento, circunspecto y comprometido lector, de tomárselo en serio. Si usted fuma pipa, enciéndala y siéntese en el más confortable sillón de su casa. Por nada del mundo se recueste. Si no fuma, prepárese un buen Orange pekoe, de Twinings. Con azúcar.

Esa noche en Tlatelolco, no sólo hubo represión. Hubo también provocación y, a consecuencia de esta, confusión. Fue la combinación de estos tres factores la que desembocó en el trágico resultado. Participaron en el tiroteo al menos seis grupos diferentes. Un hexágono. Billar a seis bandas. Qué tan diferentes, es algo que queda por establecer:

1. El ejército uniformado.

2. El Batallón Olimpia.

3. El Estado Mayor Presidencial.

4. Francotiradores no identificados, con armas largas.

5. Grupos de jóvenes armados de pistolas.

6. Individuos que en lugar de guantes blancos llevaban un pañuelo atado en la mano izquierda.

Hablemos de cada uno de ellos.

1. El ejército uniformado. Se trataba de un regimiento mixto, de entre mil y dos mil efectivos, procedentes de distintos cuerpos del ejército, comandados por el general José Hernández Toledo. Irrumpieron en la plaza a las 6:00 de la tarde y conminaron a los asistentes al mitin a dispersarse. El ejército fue recibido a tiros desde los edificios circundantes.

2. El Batallón Olimpia. Formaba parte reglamentaria del ejército, bajo las órdenes del coronel Ernesto Gómez Tagle. Estaba constituido por hombres de civil que portaban armas cortas de gran calibre. Se apostaron en el edificio Chihuahua, particularmente en sus accesos, y en la balconada del tercer piso. Se identificaban con un guante blanco en la mano izquierda. A punta de pistola detuvieron a los dirigentes y a quienes se encontraban en la tribuna. No abrieron fuego contra ellos.

3. El Estado Mayor Presidencial. El general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa, en sus memorias, publicadas de manera póstuma bajo el nombre de Parte de guerra, en junio de 1999, afirma que sus hombres detuvieron a elementos del EMP, apostados en distintos departamentos de la unidad habitacional y que abrían fuego sobre la plaza contra la multitud y contra el ejército.

4. Francotiradores no identificados. Varios testimonios aseguran la presencia de jóvenes que, con armas largas, también dispararon desde los edificios hacia la plaza. No llevaban ni guantes ni pañuelos blancos. Hay quien los asocia con las “columnas de seguridad”, presumiblemente integradas por Sócrates Campos, Ayax Segura y algún otro miembro del CNH. Tal hipótesis no ha sido, al menos públicamente, confirmada.

5. Grupos de jóvenes armados con pistolas. La tentación de la acción guerrillera era cada vez más intensa en 1968. En el seno del movimiento se concibieron varios grupos que preconizaban la lucha armada. Un número no despreciable de dirigentes y participantes íbamos armados con pistolas. Miembros de algunos de estos grupos, el 2 de octubre, dispararon contra el ejército desde la misma plaza, bajo la consigna “¡hay que defender al consejo!”.

6. Los “pañuelos blancos”. Son muchos los testigos que dan fe de la actuación de hombres maduros que, en lugar de guantes, llevaban un pañuelo blanco en la mano izquierda. Durante años, muchos —yo entre ellos— los consideramos parte del Batallón Olimpia. “No les alcanzó para guantes, debemos haber dicho. Sin embargo, en una declaración que debió ser sensacional, y pasó inadvertida, el coronel Gómez Tagle, poco antes de su muerte, afirmó que todos sus hombres llevaban guante, ningún pañuelo. ¿Quiénes eran pues, los “pañuelos blancos”?

En este momento, querido lector, lo adivino un poco decepcionado. En el texto hay más preguntas que respuestas. Pero no se me desanime. Lo haremos con más detalle. Sin embargo, recuerde que el camino a la verdad está empedrado de preguntas pertinentes, y no de respuestas fáciles.