La historia del pueblo judío se puede resumir en una sucesión de seis paradigmas. Jesús de Nazareth proclamó: “El absoluto es Dios”. Mucho después, Karl Marx afirmará: “El absoluto es la revolución”. Un poco más tarde, Gustav Mahler: “El absoluto es la belleza”. Sigmund Freud sentenció: “El absoluto es el inconsciente” y L. Tilap matizará: “El absoluto es el deseo”. Finalmente llegará Albert Einstein que lo echa todo a perder y proclama: “Todo es relativo”. Se chingó el absoluto.
El gran Jorge Luis Borges —no por grande menos discutible— cuenta que, en una conversación con el formidable escritor chino Shen Ts´ung-wen —o Congwen— le preguntó: “¿Y usted qué opina de lo que está sucediendo en Irán?” Eran los tiempos del derrocamiento del Sha y del ascenso del ayatolá Jomeini. El autor de La ciudad fronteriza sonrió levemente y le respondió: “Complicado, muy complicado. Usted sabe, esos occidentales son muy complicados”. No, pos sí. Para los chinos, los iraníes son occidentales. Todo es relativo.
Este lunes un comando armado atacó un puesto de la policía fronteriza china en la provincia autónoma de Sinkiang, matando a 16 guardias e hiriendo a otros tantos.
En Sinkiang habita una gran cantidad de musulmanes que muy probablemente constituyen la mayoría de la población. De hecho, es considerado el Turkistán “oriental” (pa´que vea). El Turkistán o Turkestán, ¡uf!, es una amplísima región histórica y cultural, conformada hoy por los Estados de Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajstán, Kirgistán, Tadjikistán, el norte de Irán y de Afganistán, Aquinostán, Aquitampocoestán y Aquisiquestán. Y, por supuesto, Sinkiang. Etimológicamente, Turkistán significa “tierra de turcos” y representa la expansión islámica hacia Levante, en los primeros siglos de nuestra era.
El asalto se efectuó en el departamento de Kashi (ese vamos a dejarlo así) en la frontera, precisamente con Kirgistán. Kashi, capital del departamento homónimo, es una ciudad legendaria, llamada “la perla de la ruta de la seda”, un oasis en medio del desierto de Tarim, por donde pasaban los convoyes que llevaban a los árabes y a los europeos la apreciada baba de curiosos gusanitos.
El acto, de envergadura y sin precedentes, tiene lugar cinco días antes de que se inauguren los Juegos Olímpicos en Pekín. Imposible no asociar una cosa con otra. O bien los autores del hecho son luchadores honestos, abnegados, acelerados e independientes, que consideraron que era el mejor momento para llevarlo a cabo, con tal de asegurar su difusión, o bien se trata de una acción planeada, patrocinada y finalmente efectuada bajo los auspicios del poder global, al cual no le hace ninguna gracia el ascenso político y económico de la China que aún preserva resquicios del comunismo. Aunque no los preservara, es un competidor temible, ¡y de qué manera! Oscurecer, ya que parece que no la pudieron impedir, la celebración de la fiesta china, suena bien.
A lo mejor son ambas cosas al mismo tiempo. Luego pasa. Todo es relativo. Simbiosis.
Los Juegos Olímpicos han sido utilizados desde su mero inicio con fines políticos y demagógicos. Probablemente desde los griegos. Pero de manera indiscutible en su época moderna, desde el barón. Ya lo dijo él mismo: ganar vale madres, lo que importa es competir. Que alguien gane. Es decir, que haya show. La Olimpiada ha sido siempre un gran escaparate. Y los reflectores están ahí.
En 1936, los últimos Juegos antes de la guerra, celebrados en el Berlín de los nazis, querían ser una demostración mundial de la hegemonía alemana y la superioridad intrínseca de los arios. Y de hecho sí fueron la exhibición de algo. No sé de qué. Los alemanes barrieron. Conquistaron 33 medallas de oro, por únicamente 24 de los gringos. El tercer lugar lo obtuvo Italia, con ocho. Entre paréntesis, esa vez los mexicanos hicieron el mejor papel de nuestra historia al quedar en el sitio 21, con tres medallas. Las tres de bronce.
Quien les aplastó la guitarra a los teutones fue el atleta estadunidense Jesse Owens, que ganó la carrera de los 100 metros planos, prueba reina e indiscutible de las Olimpiadas. Owens, para más inri, era negro. Faltaban aún muchos años para que quedara claro que los negros, en esta historia del deporte, son unas fieras. Cada vez es más común la escena de los negros jugando y los güeritos mirando.
El que discriminó a Owens, sin embargo, no fue Hitler, sino Roosevelt. De acuerdo con las memorias del atleta, este recibió una felicitación escrita del gobierno alemán, pero no fue invitado a la celebración oficial en la casa Blanca. Que quede dicho lo que ha de ser dicho.
En aquel tiempo todavía no existía la televisión y, por lo tanto, la repercusión e incidencia de la fiesta deportiva eran mucho menores que ahora. No fue sino hasta 1968, en México, cuando los Juegos Olímpicos adquirieron una connotación claramente política. Fueron los primeros en ser transmitidos en directo a todo el mundo. Y a color.
Que el movimiento estudiantil mexicano de 1968 nace de una provocación y que esa provocación estuvo presente los cuatro meses que duró, es una hipótesis más que plausible, que ya sostuve aquí, hace quince días, Era la sucesión/secesión presidencial la que estaba en juego y las inminentes olimpiadas las que habían de dirimirla.
Sólo para regalarle, sistemático lector, alguna pieza del rompecabezas, déjeme decirle que, meses antes del estallido y durante su desarrollo, la revista Life en español, una de las más leídas en nuestro país y una especie de portavoz del departamento de estado, no cesó de publicar reportajes a favor de los grupos estudiantiles rebeldes mexicanos y de denunciar, con grandes y numerosas páginas ilustradas, la represión del que fueron objeto.
Ni crea que voy a sacar conclusiones. Entérese bien y hágalo usted mismo, metódico y suspicaz lector. De cualquier manera, todo parece indicar que el régimen de Díaz Ordaz no era particularmente simpático a Washington. En primer lugar, por pertenecer a un partido de a de veras, el PRI, más difícil de manipular que otros. En segundo lugar, por su política de apoyo a Cuba. Si no se produjo una intervención militar en forma a la isla fue muy probablemente debido a la actitud decidida e intransigente, en defensa del proceso cubano, del gobierno de nuestro país.
Y el elemento desencadenador, aparentemente menor, fue la negativa de las autoridades mexicanas a aceptar la participación de Sudáfrica en los Juegos, debido al apartheid y a la ausencia de atletas negros en su selección. Las presiones de los gringos fueron múltiples e intensas, pero el gobierno de Díaz Ordaz no dio el brazo a torcer. Sudáfrica no estuvo.
Permítame confesarle que es esta una cuestión que no me dejó tranquilo entonces, en 1968, y no me ha dejado tranquilo en los siguientes cuarenta años. ¿Fui acaso un agente inconsciente de la CIA? ¿Y además sin cobrar? Prefiero pensar que no. Pero jure usted que sí debía haberlos, y harto conscientes. A lo mejor nosotros teníamos, o tenemos, nuestra propia ruta de la seda, y vaya usted a saber qué gusanos pasan por ahí.
De todos modos, no le demos más vueltas: a pesar de eso, a pesar de la plausible provocación, el movimiento fue El Movimiento. Quizá todo quedó por hacer, “…pero tu sangre aún está caliente, tu mirada traspasa mis antiguas tristezas. Tus silencios y tus pausas me hacen cantar”.